martes, 1 de marzo de 2011

TALLERES DE IGUALDAD


Hoy nos ha vuelto a visitar Susa y, esta vez, nos ha contado la historia de Clementina, una tortuguita que vivía en una bonita charca. Un día Clementina conoció a otra tortuga, Arturo, se hicieron amigos y, poco a poco, se enamoraron, se casaron y se fueron a vivir juntos.
Arturo salía a pescar todos los días, pero no dejaba que Clementina le acompañara, le decía que ese era su trabajo. Clementina se pasaba el día en casa y, como se aburría mucho, decidió que quería aprender a tocar la flauta. Cuando Arturo volvió a casa Clementina se lo contó, muy emocionada, pero Arturo le dijo que eso no podía ser porque las tortugas no pueden tocar la flauta. Clementina insistió, le dijo que ella sabía que cerca de la charca había una escuela de música donde iban a aprender otras tortuguitas, pero Arturo le contestó que eso era porque esas tortugas tenían un talento especial, pero que ella no lo tenía.
La tortuga Clementina se quedó muy triste y Arturo, un poco arrepentido de lo que le había dicho, decidió regalarle una radio para que pudiera disfrutar de la música que tanto le gustaba. Clementina le dio las gracias y puso su nueva radio sobre su caparazón.
Pasaron los días y Clementina se cansó de la radio, porque ella lo que quería era tocar, no sólo escuchar música, así que pensó otras cosas que podría aprender a hacer pero, pensara lo que pensara, a Arturo nada le parecía bien, le decía que no sabría hacerlo y no le dejaba intentarlo.
En cambio, la llenaba de regalos y regalos que Clementina iba poniendo sobre su caparazón, por lo que cada vez le resultaba más difícil moverse libremente.
Llegó un momento en que Clementina se cansó de estar siempre en casa con un montón de cosas inútiles sobre su caparazón: la radio, una raqueta gigante, una vasija de barro que no había modelado ella, una lavadora y un ordenador que no podía usar porque no tenía electricidad en la charca... Así que, un día, Clementina decidió salir a dar un paseo.
Fue despacito, despacito, por todo el peso que tenía encima y recordó lo bonito que era todo fuera de la charca. Por eso, al día siguiente fue más lejos y, al otro, todavía más lejos. En uno de estos paseos se encontró con la tortuga Clotilde, una amiga a la que hacía mucho que no veía. Clotilde le contó que ella hacía un montón de cosas y que estaba aprendiendo mucho y la invitó a ir con ella. Clementina se sacudió todo el peso del caparazón, se fue con su amiga Clotilde y empezó una nueva vida en la charca.
Y... los pelicanitos pensaron y dibujaron un montón de cosas que podrían regalarle a Clementina para poner su charca preciosa y para que pudiera pasarlo fenomenal haciendo lo que más le gustara. ¡Estamos deseando que Susa vuelva el próximo martes!

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